Una lectura propia para estos días de Cuaresma. Giovanni Papini fue un filósofo y escritor italiano, nacido a finales del siglo XIX. Originalmente ateo, estuvo siempre en búsqueda de verdades definitivas, pasó por el agnosticismo hasta que finalmente se convirtió al catolicismo en 1920. Un año después escribe "Historia de Cristo", un lúcido paseo por los 4 evangelios.
Recordemos que en los tiempos pre-conciliares no era bien visto que los fieles católicos leyeran la vida de Jesús directamente de los escritos bíblicos, con el fin de evitar interpretaciones erróneas de los mismos que pudieran ocasionar herejías. Para solventar este vacío, abundaban escritos doctrinales e "historias de Cristo" que presentaban a Jesús con toda la ortodoxia católica.
Pues bien, el erudito recién converso: Papini, un año después de su conversión, se aventura a escribir esta obra, y no le salió nada mal. Aún considerando que es una obra pre-conciliar y lo demuestra su continua condena al pueblo judío, calificándolo constantemente de pueblo "deicida", adjetivo generalizado hasta antes del Concilio Vaticano II; la obra, leída por ojos post-conciliares, es bella y recoje la ortodoxia de la fe católica.
Me impactó el relato que hace Papini del Sermón de la Montaña, de manera particular la reflexión tan dura del pasaje: "no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero" en la que hace una sorprendente exposición respecto a esta dicotomía irreconciliable. En lo particular, lo considero lo más relevante del libro, a pesar de que al autor le tocó vivir en medio de una Iglesia aburguesada, que aún no pasaba por el retorno a las raíces y la opción preferencial por los pobres. En ese sentido, el escrito resulta profético.
La historia centra el relato fuertemente en el pasaje de la expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén, hecho al que Papini atribuye la decisión final del Sanedrín de exterminar a Jesús, pues con ese acto, el Señor había trastocado el centro religioso, culturar, económico y político de Israel: el Templo, y con ello, atentó contra las prevendas y privilegios de la clase religiosa judía.
Sin detenerse mucho en el aspecto cruento de la pasión (cosa que le agradezco mucho al autor, pues parece que en últimas fechas se le ha dado una relevancia casi morbosa) logra de una forma serena y hasta espiritual si se quiere, llevar al lector por el viacrucis y plantarlo al pie de la cruz, para después, de la misma manera, llevarlo al sepulcro vacío y al encuentro del resucitado en el lago de Tiberíades.
Sin embargo, algo que extrañé grandemente, fue no encontrar una mayor relevancia de Nuestra Señora en la historia, apenas un personaje marginal; así como también una mayor importancia del relato de la Institución de la Eucaristía y su celebración como presencia permanente de Cristo en su Iglesia después de su Ascención.
Sin embargo, aún con estas salvedades, la historia constituye una gran lectura para adentrarse en el misterio de nuestra redención muy a propósito de estos días de recogimiento.
Algunas perlas de este libro:
"No nació Jesús en un establo por casualidad. ¿No es el mundo un inmenso establo donde los hombres engullen y estercolizan? ¿No cambian, por infernal alquimia, las cosas más bellas, más puras, mas divinas en excrementos? Luego se tumban sobre montones de estiércol, y llaman a eso 'gozar de la vida' ".
"Los diabólicos no creen en el diablo. La última astucia del diablo, se ha escrito, es propalar la voz de su muerte".
"Para seguir a la letra las palabras de Jesús, es menester un tal dominio de la sangre, de los nervios y de todos los instintos del hombre inferior, que poquísimos lo tienen".
"Amar a los enemigos es el único camino para que no quede sobre la tierra ni siquiera un enemigo".
"El que es superior, precísamente por superior, está siempre al servicio de los pequeños".
"La riqueza es un castigo como el trabajo. Pero un castigo más duro y vergonzoso".