martes, 24 de mayo de 2016

Breve historia de España I

     ¡Amo a mi país! Y por amor deseo conocerlo más y entenderlo, sólo así podré entenderme a mí mismo y a mi pueblo para colaborar a hacerlo más grande aún. 

      Por eso, en algunos momentos he incursionado en la lectura de la historia de México, que ahora, lejos de la obligación de la escuela que hace muchas veces odiar leer sobre ella; me parece cada vez más interesante y fascinante.

      Si algo he aprendido es que si como mexicanos queremos entendernos, es necesario que reconozcamos que no somos mexicas o tarascos, mayas o rarámuris. Somos un pueblo mestizo, con infinidad de raíces: indígenas, sí, pero también, española, árabe, judía y negra.

        Somos un pueblo que goza de la riqueza del mestizaje. Muchos quisieran negar estas raíces y hacer de México un pueblo puramente prehispánico, pero por más que compartamos el mismo territorio que los mexicas, nuestro pueblo ya no es indígena únicamente.

       De ahí los conflictos de identidad del mexicano: despreciando al indígena, pero presumiendo su cultura milenaria; admirando al pueblo español, pero recordando con rencor solapado los días de la conquista. 

         Definitivamente, no nos podremos encontrar a nosotros mismos buscando únicamente en la cultura prehispánica: hay que voltear y buscarnos también en el pueblo español. Mientras no lo hagamos, estaremos condenados a seguir viviendo en la indefinición cultural que es el origen de todas las indefiniciones del mexicano.

         Es por eso que vi necesario conocer a un pueblo para mí desconocido y descubrir mi raíz española estudiando la historia del pueblo con la influencia fundacional más grande para México, más grande aún que la influencia indígena: el pueblo español.

        Y no he podido más que maravillarme de esta historia y este pueblo que de la mano de los fenicios y griegos empezaron a convertirse en una realidad homogénea. En el territorio de Iberia, como era conocido por los griegos, desde Huelva hasta los Prineos los asentamientos de los pueblos conservaban su identidad propia, es hasta la llegada de cartaginenses y sobre todo el imperio romano cuando esas tierras inician un proceso de unificación cultural y politica.

        Una vez caído el imperio romano los visigodos fueron los que preservaron la herencia de roma, lo cual fue fundamental para mantener viva la cohesión cultural aún cuando los árabes ocuparon la península.

      Algo que llamó poderosamente mi atención es la manera en la que los musulmanes trataron a las tierras conquistadas: sabiendo que no podrían poblar por sí mismos las nuevas tierras, permiten a la cultura existente entrar en contacto con ellos y en vez de eliminarla y asfixiarla con su propia cultura, se mezclaron con ella para crear algo nuevo: árabe, musulmán, pero también hispano y cristiano. El entendimiento fue automático: ¡eso mismo fue lo que hicieron los españoles en México! El mismo ejercicio cultural: No al exterminio, no al confinamiento; sí a la convivencia y a la transculturización.

         Es en esta etapa en que el latín, deformado por las distintas regiones de la penísula, derivará en nuevas lenguas: el catalán, el gallego y nuestro amado castellano.

       Tendrán que pasar cinco siglos para que la media luna diera paso a la cruz y España se reconquiste a sí misma, y cuando lo haga, no será la misma, ahora tendrá tez sefardí y unos ojazos moriscos... esa es la España que llegó a América.

        Veremos el imperio más grande que ojos humanos hayan visto jamás: un reino en el que nunca se pondrá el sol. La hegemonía hispánica jamás conocerá parangón en la historia de la humanidad y sin embargo, el gigante con los pies de barro no sabrá hacer frente a los retos de ser la súper potencia comercial, política y militar. España dormía, la aristocracia crecía y la corrupción y nepotismo, juntamente con los impuestos y la deuda no dejaban de crecer. 

           España, después de tres siglos de dominación en América, verá emerger poderíos mayores a los suyos por haber dejado pasar el momento más luminoso de su historia en todos los órdenes, satisfecha de sí misma e inundada de aristócratas inútiles,  ávidos de poder y riquezas. Corrían los años 1700. Nuevos aires soplarían en el siguiente siglo. Pero esa será otra historia.

     Me ha gustado el espejo español en el que veo a mi México, y si el proverbio reza: conocer es amar, puedo decir con orgullo que conociendo a España, estoy aprendiendo a amarla como mi Madre Patria, madre que no siempre es comprendida y apreciada, pero que como toda madre debe ser amada aunque no siempre entendamos sus motivos. 

       Quedo pendiente del segundo libro, me he alargado, señal inequívoca en mí de la pasión que me despierta este tema y este país.

        Al libro doy 5 de 5 estrellas, es ágil, ameno y es un excelente acercamiento para un novato total en la historia de este pueblo.

       Lo bueno: es España, con eso es más que suficiente.

       Lo malo: es un libro para españoles, lo que lo hace a veces difícil de entender por carecer de los rudimentos de su historia y su cultura.

      Lo feo: hubiera querido una sección más grande en el tema de la conquista de América y la forma en la que ésta (y en particular la Nueva España) la influyó.

     Algunas perlas de este libro:

      "El virus que infectaba el cuerpo de Roma era el mismo que tiempo atrás le había proporcionado su energía: la esclavitud."

      "La unificación religiosa no será tampoco fácil. El mismo Leovigildo intuye ya su valor como herramienta para afirmar la inviolabilidad del trono frente a las ambiciones de los nobles."

      "La personalidad moderna de España, fundida en el crisol de la reconquista, no sera la hija deseada de las tres culturas que convivieron en los siglos medievales, sino el fruto podrido de la voluntad de una de ellas de imponerse sobre las demás. El poso cultural de musulmanes y judíos, sin embargo, no desaparecerá del todo."