Imaginemos que pasamos 3 años enteros con el maestro, el cual ofrece señales contundentes de que es un verdadero enviado de Dios: enseñanzas, milagros, curaciones, multitudes, prodigios. Después de esos años de experiencias inolvidables, lo perdemos en un evento tan violento como inesperado; luego, somos testigos de la más inaudita de las maravillas, la cual nos abre los ojos y nos permite darnos cuenta de que nuestro maestro, era nada más ni nada menos que Dios mismo que bajó a caminar con nosotros. ¡Qué sabor tan diferente tendrían esos recuerdos!, ¡que revelación tan extraordinaria!, entenderíamos muchas cosas que hasta entonces estaban oscuras, las saborearíamos al recordarlas.
Esa fue la experiencia de los apóstoles, experiencia que quedó consignada en los evangelios, que de una manera majestuosa retrata Joseph Ratzinger en su obra Jesús de Nazareth.
Animado por la lectura de la segunda entrega de esta trilogía (que trata de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor), me seguí y quise leer la primera entrega (del bautismo a la Transfiguración del Señor), puesto que de momento no tengo la tercera entrega (la infancia de Jesús) me conformaré con estas dos primeras partes por lo pronto.
Como muchos lectores, tengo la costumbre de subrayar en todos los libros que leo, aquellas frases que más me gustan, ya sea por su belleza, por su profundidad o porque de pronto abren una ventana que mi mente jamás había encontrado, de esa manera tengo la oportunidad de poder volver una y otra vez a esa experiencia sin necesidad de leer de nuevo el libro entero.
Pues debo decir que, durante la lectura de este segundo libro, llegó un momento en el que pensé que terminaría subrayando gran parte del libro, y es que es tal la cantidad de conocimientos y reflexiones altísimas que nos presenta Su Santidad que no podía alejar el lápiz de mis dedos, con ningún libro anteriormente me había sucedido.
Sin lugar a dudas, la mejor descripción del relato del Sermón de la Montaña que me ha tocado leer: deteniéndose en cada detalle y ahondando en las profundidades de las enseñanzas del Maestro. Es deliciosa la reflexión realizada de la oración del Padrenuestro, luminosa la explicación de las bienaventuranzas y sobre todo, la claridad con la que presenta a Cristo como el nuevo Moisés, en el nuevo Sinaí, abriendo los horizontes de la Nueva Alianza que sellaría con su sangre en el Calvario.
Imposible sería agotar la totalidad de Evangelio, pero las joyas presentadas por el autor son más que suficientes para quedar maravillado de la grandeza de la enseñanza de Nuestro Señor y de la sencilla profundidad de Joseph Ratzinger, el teólogo.
Doy gracias a Dios de que Benedicto XVI haya renunciado al papado y esté hoy en el retiro, eso será una oportunidad para que de manera tranquila pueda seguir escribiendo aún más, estoy seguro que en el futuro podremos admirar más obras de Su Santidad y confirmar nuestra fe en aquel que lo quiso llamar a la cátedra de Pedro.
Algunas perlas de este libro:
“El significado pleno del bautismo de Jesús, que comporta cumplir “toda justicia”, se manifiesta sólo en la cruz: el bautismo es la aceptación de la muerte por los pecados de la humanidad”.
Jesús y Barrabás: “Si hoy nosotros tuviéramos que elegir, ¿tendría alguna oportunidad Jesús de Nazareth, el Hijo de María, el Hijo del Padre?”
“Lo que comenzó en la zarza que ardía en el desierto del Sinaí se cumple en la zarza ardiente de la cruz”.
“El Reino de Dios llega a través del corazón que escucha”.
“Damos siempre poco si sólo damos lo material”.
“Cuando pedimos “nuestro” pan, el Señor nos dice también: “Dadles vosotros de comer”.