sábado, 27 de diciembre de 2014

Carta al padre.

¡Cuántas veces hubiera querido! y la única forma en la que acertó hacerlo fue por esta carta. Su figura había inspirado personajes y situaciones tan absurdas y sórdidas en sus novelas como la relación que había entre ellos. Pero, ¿cómo hacerle saber a su padre sus sentimientos y el reclamo por la manera en que su figura había eclipsado su propia personalidad hasta borrarla casi por completo?

"Hace poco me preguntaste por qué comento que te tengo miedo". Con estas palabras inicia la carta en la que denuncia una vida de abusos, incomprensiones y durezas de un padre que esperaba un hijo fuerte y temperamental como él y no el sensible e inteligente Franz.

Un viaje entre lo que se espera y lo que se tiene. Al ver la forma en la que Franz sufría la marginación por ser diferente a lo que se esparaba de él, no es difícil imaginarse la relación de él y su familia con la situación de Gregorio Samsa en la metamorfosis, amén de todas las situaciones "kafkianas" de sus novelas, en las que un poder despótico lleva y trae a los personajes a través de la historia dictando absurdas condiciones que hacen experimentar al lector la experiencia de desamparo e impotencia que tan bien conocía Franz gracias a poder omnímodo de su padre.

En una lectura "paterna" de la obra, descubrí la forma en la que uno como padre puede determinar a los hijos dependiendo de la tolerancia y comprensión con que nosotros manejemos sus individualidades y las diferencias personales y generacionales que nos separan de ellos.

Ver el sufrimiento de un hijo debido a su padre hace que nos replanteemos nuestro papel de formadores.

Algunas perlas de este libro:

"Cuando comenzaba algo que no te gustaba y tú pronosticabas el fracaso, este vaticinio tenía tal fuerza que el fracaso se hacía inevitable".

"Yo me sentía tan inseguro ante todo, que sólo me consideraba dueño de lo que ya tenía en mis manos o en mi boca".

"Yo había perdido ante ti la confianza en mí mismo, que se había transformado en una constante sensación de culpa".

"En lugar de dar una fe religiosa a tus hijos, debiste ofrecerles un ejemplo de vida".

"Incluso ni siquiera tu desconfianza hacia los demás es tan grande como la que yo tengo en mí, y en la que has educado".

jueves, 18 de diciembre de 2014

La metamorfosis

           ¿Hasta dónde un ser humano es un ser humano?, ¿qué nos hace ser personas?, ¿la apariencia de hombre?, ¿la inteligencia?, ¿la sensibilidad?, ¿la capacidad de relacionarnos con otros humanos? Sin duda son preguntas más que trascendentes que propone Franz Kafka en esta novelita breve (se puede leer en un solo día) pero que deja al lector con más preguntas que respuestas.

            ¿Y si un buen día amanece y descubres que tu cuerpo ha adquirido la forma de un insecto gigantesco? Y sólo tu cuerpo, porque tu pensamiento ha quedado intacto: recuerdas toda tu vida pasada, estás consciente de tus planes a futuro, tus amores, tus fobias, todo sigue ahí, sólo que cuando te ves en el espejo ves a un escarabajo y eres incapaz de comunicarte con los tuyos, porque tu voz ya no es tu voz, pero en el fondo sigues siendo tú mismo, sólo que los demás no pueden verlo. ¿Eso les daría derecho a tratarte como un insecto y no como humano?

            Esa ha sido la experiencia de Gregorio Samsa, quien tiene que lidiar con el impacto que ejerce en su familia (padre, madre y hermana) su nueva condición, desafortunadamente para él, no hay manera de comunicarse con ellos, y sólo le queda tratar de adaptarse a la situación y esperar que los suyos hagan lo propio, comportándose ante él como otros seres humanos.

            Una historia desquiciante, que nos hace preguntarnos hasta dónde llegan los límites de la humanidad  y la manera en la que es segregada la persona que tiene la mala o buena suerte de ser diferente al común de la sociedad. Una sociedad que a finales del siglo XIX tasaba a las personas (y aún lo sigue haciendo, quizá más ahora que entonces) por su utilidad y su contribución económica.

            Franz Kafka fue un escritor judío, nacido en Praga en 1883 y de habla alemana, al escribir “metamorfosis” puso en alerta a la humanidad, haciéndonos saber que de una manera peligrosa el mundo empezaba a ver a la persona no como humano, sino como número, y que sólo sería cuestión de tiempo para que empezáramos a considerar “prescindibles” a aquellos hombres que a nuestros ojos no cumplieran con nuestros estándares para ser considerados humanos.  Resulta paradójico que su advertencia se convirtiera en horrenda realidad unos años después, encarnada en su pueblo: el judío; a manos de una nación tan cercana a él: la alemana.

            No obstante, la obra no deja de tener actualidad: el capitalismo salvaje de hoy en día mide al hombre según su valor económico y sigue desechando a muchos, convirtiéndolos en “parias” de la modernidad: ancianos, no nacidos, discapacitados, desempleados, etc.

             Sin el afán de parecer moralista (y si lo parezco, disculpas pero alguien lo tiene que decir), pienso que Kafka nos hace confrontarnos con nosotros mismos y descubrir las caretas que impiden que veamos como semejantes a los demás, sólo porque son diferentes a nosotros: diferentes en edad, condición social o económica, pensamientos, ideologías, preferencias sexuales, fe y principios.

           Queda la pregunta en el aire: La sociedad que reniega de los miembros a quien ella despoja de su condición humana, apartándolos de sí; ¿renuncia, por este hecho, a su propia humanidad, en un acto de auto-negación? Yo creo que sí, y es que somos humanos sólo frente al otro. Sólo en el descubrimiento del otro como parte de la misma familia humana, nos reencontraremos a nosotros mismos.

              Un libro imprescindible, si queremos entender lo que hemos perdido en el último siglo de civilización.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Cometas en el cielo

Una bella historia que nos habla de la amistad, el honor, la generosidad y sobre todo, el perdón.

Todos de alguna manera sabemos la forma en la que debemos actuar en determinadas circunstancias, todos tenemos una pequeña voz interior que nos susurra (y a veces nos grita) cuando no hemos estado a la altura de lo que se esperaba de nosotros... la llamamos conciencia.

Cuando fallamos a esa voz, fallamos también a los demás y a nosotros mismos, quedando una herida y una deuda que no nos deja en paz.

Esa es la experiencia de un niño afgano de clase acomodada y en constante búsqueda de la aprobación de su padre, a quien parece importarle poco sus buenas intenciones, tal vez por el hecho de que al nacer provocó la muerte de su madre, el cual no será el único sentimiento de culpa por el que tendrá que cargar Amir, el protagonista de nuestra historia.

Hassan, el mejor amigo de Amir, es además el sirviente de la familia y el espejo en el cual Amir puede verse a sí mismo, pues en no pocas ocasiones Hassan ha respondido como verdadero amigo cuando Amir lo ha necesitado. Amir no puede presumir de lo mismo, al contrario, en una situaciòn de vida o muerte Amir le falla a Hassán de la forma más cobarde y ruín aún sabiendo que le estaba fallando a su amigo... lo que creará un trauma en Amir, persistente aún cuando será adulto.

Enmarcada en los conflictos políticos de Afganistán durante los años 70, 80 y 90's esta historia separa a los dos niños: Hassán se queda en Afganistán, Amir se va a San Francisco; Hassán no deja de querer a Amir, Amir no deja de tener cargos de conciencia por la forma en la que defraudò repetidamente la amistad de Hassan.

Es hasta el 2001 cuando Amir volverá a su tierra y tendrá la oportunidad de reivindicarse ante Hassán, pero ¿se comportará esta vez a la altura de las circunstancias?

Pocas obras modernas tienen la actualidad y la profundidad de un clásico... a mi ver, esta lo tiene.

Algunas perlas de este libro:

"Los niños no son cuadernos para colorear. No los puedes pintar con tus colores favoritos".

"Ese ha sido uno de los minutos más largos de mi vida. Cayeron los segundos, cada uno de ellos separado del siguiente por una eternidad".

"Hasta el día de hoy, me resulta complicado mirar directamente a gente como Hassán, gente que cree cada palabra que dice".

"Las historias tristes producen buenos libros".

"Dijo: 'Tengo mucho miedo.' Y yo le pregunté: 'Por qué', y ella respondiò: 'Porque soy profundamente feliz, doctor Rasul. Una felicidad así asusta".

lunes, 1 de diciembre de 2014

Padre nuestro, que estás en el infierno.

            Un título por demás sugerente y hasta provocador, obviamente en cuanto lo vi en la feria del libro de Ciudad Juárez el título me enganchó, máxime considerando que estaba en el “stand” de la Editorial Verbo Divino, y que es un libro de Ediciones Paulinas, me dio mucho gusto ver representada en la feria del libro a las editoriales católicas, buena falta que hacen.

            ¿Y si te dijeran que has vivido toda la vida con una imagen de Dios equivocada?, ¿Qué después de 20 siglos de pensamiento cristiano, seguimos viviendo una vida espiritual al más puro estilo farisaico que tanto disgustaba a Jesús?, Que Dios no es un comerciante al que tengas que “comprar” la salvación con obras piadosas sino que él te la quiere dar “de gratis” porque es tu Padre.

            Es verdad que Jesús vino al mundo para cambiar toda la mentalidad que en aquel momento se tenía respecto a Dios y a las prácticas religiosas, eso ya lo sabemos, pero que alguien venga y te diga que aún los cristianos del tercer milenio seguimos viviendo nuestra vida espiritual sin tener presente la imagen que Jesús quiso traernos con su venida es algo que de entrada te cambia la perspectiva de muchas cosas.

            Estamos acostumbrados a pensar en un Dios en el cielo, y que a su vez, nosotros debemos alcanzar a través de la santidad, con esfuerzo, pues el Reino de Dios sólo los esforzados lo arrebatan, pero pensar así, ¿no es pensar como los fariseos que creían que mediante el exacto cumplimiento de la ley mosaica se hacían agradables a Dios? Seguimos con la imagen de un Dios juez que nos va a juzgar el último día según nuestras obras, seguimos pensando que debemos pagar a Dios por nuestra salvación haciéndonos merecedores a ella.

            Mediante un viaje a las parábolas de la Misericordia de Jesús, y los pasajes evangélicos de sus encuentros con pecadores, el autor, un religioso de la congregación de San Benito Cotolengo, nos lleva de la mano presentándonos un idea del Padre que a veces se sale de lo que normalmente aprendimos en el catecismo y que incluso aún está presente en el Catecismo de la Iglesia Universal de Juan Pablo II.

            Es verdad que la espiritualidad moderna nos presenta a un Dios amor, un Dios Padre lleno de misericordia, pero este libro da una vuelta de tuerca más, llevando las consecuencias de esta doctrina a sus últimas consecuencias: Dios nos perdona aún antes de que nos arrepintamos, incluso su perdón provoca en nosotros el arrepentimiento. Es un error farisaico dividir el mundo entre buenos y malos, santos y pecadores; sólo quien considera a Dios un juez estricto tiende a condenar también a los demá. En el proceso del perdón y el arrepentimiento, es Dios quien da el primer paso, pues es quien busca al hombre, aun cuando el hombre no lo merezca, no lo desee o no lo espere.

            Debo confesar dos cosas: Es un libro bello, pues lleva la doctrina de la Misericordia de Dios hasta el límite de Dios: El infinito, Dios ama tanto al hombre que estaría dispuesto a ir por él hasta el mismo infierno para salvarlo: hasta el infierno de su pecado, hasta el infierno de su infidelidad, hasta el infierno de sus miserias.

            La segunda cosa que debo confesar es que es un libro que me deja intrigado, porque aunque no es novedoso el tema de la Misericordia Divina, la lleva hasta tal grado que a mi parecer toca las fronteras con las ideas de justificación por la sóla fe de Lutero, ya que no importa como seas, como actúes, Dios te quiere salvar, tal vez hasta muy a tu pesar, punto en el que volteo y veo a Calvino en la vuelta de la esquina. Para rematar, el libro no cuenta con imprimatur, lo cual me deja muy pensativo.

            Ciertamente es un libro que está en las fronteras doctrinales, y se arriesga, hasta cierto punto es un libro esperanzador y como he dicho, muy bello, sólo me queda esa incertidumbre que me hace no dar el último paso para aceptarlo abiertamente y sin cortapisas, mi fe me dice que aún con la gran misericordia de Dios, la fe debe mostrarse en obras, de tal manera que éstas no son para nada irrelevantes en la salvación del hombre, por más que la redención sea una obra de Jesús, no nuestra.

            Con estas ideas en mente, les dejo las siguientes perlas que no obstante, son muy valiosas:

            “Cada imagen de Dios que nosotros llevamos dentro no cimentada en el Evangelio, es inevitablemente imperfecta. Y muy probablemente, errada también”.

            “Si debemos compararnos con alguien, espontáneamente nos viene el escoger a los grandes personajes de la Escritura. En cambio, el Evangelio nos guía partiendo de lo bajo: es Judas nuestro modelo. No porque debamos hacer lo que él,  ¡sino porque ya somos así!”

            “El verdadero pecado consiste, por tanto, en esconderse de Dios, en no dejarse hallar por Él, que viene a buscarnos, en no creer en su misericordia”.

            “El único lugar donde podemos encontrar a Dios es en nuestro pecado, en nuestro infierno, en nuestro sepulcro”.

            “Con la encarnación, Dios se ha mudado. Su lugar ya no está en el cielo. Deberíamos orar así:  ´Padre nuestro, que estás en el infierno´, es decir, en el infierno que todos llevamos dentro, el infierno que llevamos en el corazón, en cada entorno de muerte en el que nos hallamos.

            “La tentación permanente de los hombres religiosos: arrogarse el derecho de separar a los buenos de los malos, a los justos de los injustos”.

            “El objetivo de la vida cristiana no es el de ´ya no equivocarse´, ser irreprochables, buscar un lugar ante Él, sino sencillamente descubrirse hijos bajo el amor de Dios”.

            “La ruta más cercana a Dios, pasa por el prójimo”.

            “Dios no es justo, es hiper-justo, y a la hiper-justicia en el Evangelio se le da el nombre de misericordia”.