¿Hasta dónde un ser humano es un ser humano?, ¿qué nos hace ser personas?, ¿la apariencia de hombre?, ¿la inteligencia?, ¿la sensibilidad?, ¿la capacidad de relacionarnos con otros humanos? Sin duda son preguntas más que trascendentes que propone Franz Kafka en esta novelita breve (se puede leer en un solo día) pero que deja al lector con más preguntas que respuestas.
¿Y si un buen día amanece y descubres que tu cuerpo ha adquirido la forma de un insecto gigantesco? Y sólo tu cuerpo, porque tu pensamiento ha quedado intacto: recuerdas toda tu vida pasada, estás consciente de tus planes a futuro, tus amores, tus fobias, todo sigue ahí, sólo que cuando te ves en el espejo ves a un escarabajo y eres incapaz de comunicarte con los tuyos, porque tu voz ya no es tu voz, pero en el fondo sigues siendo tú mismo, sólo que los demás no pueden verlo. ¿Eso les daría derecho a tratarte como un insecto y no como humano?
Esa ha sido la experiencia de Gregorio Samsa, quien tiene que lidiar con el impacto que ejerce en su familia (padre, madre y hermana) su nueva condición, desafortunadamente para él, no hay manera de comunicarse con ellos, y sólo le queda tratar de adaptarse a la situación y esperar que los suyos hagan lo propio, comportándose ante él como otros seres humanos.
Una historia desquiciante, que nos hace preguntarnos hasta dónde llegan los límites de la humanidad y la manera en la que es segregada la persona que tiene la mala o buena suerte de ser diferente al común de la sociedad. Una sociedad que a finales del siglo XIX tasaba a las personas (y aún lo sigue haciendo, quizá más ahora que entonces) por su utilidad y su contribución económica.
Franz Kafka fue un escritor judío, nacido en Praga en 1883 y de habla alemana, al escribir “metamorfosis” puso en alerta a la humanidad, haciéndonos saber que de una manera peligrosa el mundo empezaba a ver a la persona no como humano, sino como número, y que sólo sería cuestión de tiempo para que empezáramos a considerar “prescindibles” a aquellos hombres que a nuestros ojos no cumplieran con nuestros estándares para ser considerados humanos. Resulta paradójico que su advertencia se convirtiera en horrenda realidad unos años después, encarnada en su pueblo: el judío; a manos de una nación tan cercana a él: la alemana.
No obstante, la obra no deja de tener actualidad: el capitalismo salvaje de hoy en día mide al hombre según su valor económico y sigue desechando a muchos, convirtiéndolos en “parias” de la modernidad: ancianos, no nacidos, discapacitados, desempleados, etc.
Sin el afán de parecer moralista (y si lo parezco, disculpas pero alguien lo tiene que decir), pienso que Kafka nos hace confrontarnos con nosotros mismos y descubrir las caretas que impiden que veamos como semejantes a los demás, sólo porque son diferentes a nosotros: diferentes en edad, condición social o económica, pensamientos, ideologías, preferencias sexuales, fe y principios.
Queda la pregunta en el aire: La sociedad que reniega de los miembros a quien ella despoja de su condición humana, apartándolos de sí; ¿renuncia, por este hecho, a su propia humanidad, en un acto de auto-negación? Yo creo que sí, y es que somos humanos sólo frente al otro. Sólo en el descubrimiento del otro como parte de la misma familia humana, nos reencontraremos a nosotros mismos.
Un libro imprescindible, si queremos entender lo que hemos perdido en el último siglo de civilización.
¡Me encantó el libro!
ResponderEliminarIgualmente, está en mi TOP 10. Saludos. Felicidades por tu blog, te sigo.
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