¿Nunca han tenido uno de esos sueños, en los que tenemos el pendiente de llegar a una parte y conforme pasa el sueño se va difiriendo la llegada y aunque la angustia nos va invadiendo por no poder llevar a termino las intenciones que tenemos en el sueño nunca podemos lograrlo? Pues ese ha sido el sentimiento que ha despertado la Odisea en mí al leerla.
Y es verdad, "La Odisea" nos enfrenta al sentimiento universal de impaciencia que todos los seres humanos experimentamos ante el retraso de las cosas que deseamos con vehemencia y a la vez nos muestra la belleza y utilidad de la virtud de la paciencia cuando las cosas no se dan en los tiempos que nosotros quisiéramos.
Estoy convencido de que esta es una de las grandes sagas entre los clásicos, "La Ilíada" y "La Odisea", son sin duda, lectura obligada para cualquier amante de los libros, llenas de acción, intriga, suspenso e ingenio.
Una vez que se ha conseguido derrotar a los Troyanos, (historia que supongo se debiò consignar en una obra posterior a la Ilíada y que irremedianlemente se habrá perdido), los aqueos regresan a su patria; Ulises, entre ellos, regresa a Ítaca a reencontrarse con su esposa Penélope y su hijo Telémaco quien para entonces sería un niño de poco más de 10 años.
Sin embargo, de todos los aqueos, es Ulises quien mayor infortunio tiene en el viaje de regreso: Tempestades y el enojo de los dioses lo hacen errar en su viaje por diferentes pueblos e islas, retrasando su regreso a su hogar 10 años más.
Encontramos en este bello relato dos esperas: una espera pasiva, la de Penélope, que pacientemente ha aguardado por 20 años el regreso de su esposo y la espera activa, la de Ulises que, a pesar de todos sus trabajos, debe ver que se pospone su encuentro con la familia.
Como todos los grandes clásicos, la Odisea nos brinda un viaje hacia las experiencias más profundas del ser humano y nos muestra la manera de enfrentarlas con dignidad y gallardía.
Algunas perlas de este libro:
"De todos los animales que sobre la tierra andan y respiran, ninguno es más débil que el hombre. Mientras los inmortales le proporcionan la felicidad y le conservan la fortaleza, piensa que ningún mal ha de alcanzarlo, pero cuando recibe de ellos su porción de males a duras penas los soporta."
"En casa ajena no conviene gemir, ni lamentarse. La queja permanente no es actitud conveniente."
"Nuestra vida es breve. Y el hombre sin consideración para sí y para los demás, no recibe en su vida más que maldiciones y una vez muerto, todos lo desprecian."
"Para todas las desgracias hay alivio si cuando después de llorar el día entero bajo el peso de las tristezas, el sueño se apodera de nosotros por la noche y cerrándonos los ojos, llega para hacernos olvidar la vida buena o mala."
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