Era obligada su lectura para Navidad, y fue muy provechosa. Ya varias veces he dicho que S.S. Benedicto XVI es el mejor teólogo católico en muchos siglos, tanto por la profundidad de su pensamiento, como por la sencillez con la que lo sabe expresar.
Después de habernos dejado los grandes libros de Jesús de Nazareth I y II, tenía pendiente escribir sobre los evangelios de la infancia, el resultado fue este entrañable libro que, dejando fuera la sensibilería, presenta a un Dios muy humano, al grado de encarnarse.
Por su extensión, apenas unas 100 páginas, resulta de rápida lectura pero para nada es un libro superficial, Su Santidad trata temas como la presencia constante de la cruz en las narraciones de la infancia: en el anuncio de ángel, la profecía del anciano Simeón, en la adoración de los magos y otros más, encontraremos invariablemente como telón de fondo la imagen de la cruz, presentando a Jesús como un niño nacido para morir.
Es característico de Joseph Ratzinger, como buen teórico, depender mucho de la construcción de ideas, lo cual hace que escriba con textos largos, como edificando una catedral en la que nos va haciendo entrar para admirarla. Difícilmente encontraremos aquí frases breves, al contrario, el autor va desarrollando su idea en grandes párrafos que nos van llenando de asombro y admiración.
Calificación: 5 de 5 estrellas, un libro corto, provechoso y entrañable.
Lo bueno: la forma magistral del autor para explicar sencillamente los grandes misterios de la infancia de Jesús.
Lo malo: siento que Su Santidad podría haber profundizado más en esta obra, de repente parecería que se le vió como "obra de relleno" para completar la trilogía de "Jesús de Nazareth" y no quiso abundar más en el misterio de la encarnación. Me quedé con ganas de más.
Lo feo: esta edición en particular contiene algunos errores de redacción que me molestaron durante la lectura, como utilizar en repetidas ocasiones el verbo "desvelar" en lugar de la palabra correcta: "develar".
Algunas perlas de este libro:
"Cualquier interpretación se queda corta respecto a la grandeza del texto bíblico."
"El signo de la Nueva Alianza es la humildad, lo escondido: el signo del grano de mostaza. El Hijo de Dios viene en la humildad."
"Mientras el ángel 《entra》 donde se encuentra María, a José sólo se le aparece en sueños, pero en sueños que son realidad y revelan realidades. Se nos muestra una vez más un rasgo esencial de la figura de san José: su finura para percibir lo divino y su capacidad de dicernimiento. Solo a una persona íntimamente atenta a lo divino, dotada de una particual sensibilidad por Dios y sus senderos, le puede llegar el mensaje de Dios de esta manera."
"Cuanto más se acerca una persona a Jesús, más queda involucrada en el misterio de su pasión."
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