No lo creía, pensaba que sería una exageración de lectores fanáticos de los libros de Gabriel García Márquez, tantos comentarios que ponderan a “Cien años de soledad” que llega un momento que llegas a pensar que es un “libro de culto” sobreestimado por sus seguidores. Y no es así, al menos en mi opinión muy personal, este libro es una catedral de la literatura.
Macondo, un lugar distópico del Caribe Colombiano, en donde la realidad y la magia se confunden de manera enigmática, donde los vivos conviven con los muertos, las doncellas ascienden al cielo y los amigos resucitan una y otra vez. Parecería que el pueblo está a medio camino de la vida y de la muerte y sus habitantes pueden pasearse a voluntad por ambos mundos.
La novela nos detalla la historia de la fundación del pueblo, realizada por un grupo de peregrinos encabezados por José Arcadio Buendía, quien se establece en Macondo junto a su esposa Úrsula y sus hijos José Arcadio, Aureliano y Amaranta. El libro nos relatará la centenaria historia de dicha familia pasando años de trabajo, de guerra, de auge económico, de crisis y finalmente de decadencia y de ocaso del pueblo. Literalmente, recorremos cien años de historias de la mano de estos personajes que parecerían inmortales por su enorme carga de años, encontraremos a la matrona Úrsula, totalmente lúcida cuando ya ha sobrepasado los 100 años y a un Coronel Aureliano Buendía, que una y otra vez se salva de una muerte segura; así como ellos, una multitud de personajes que terminan amontonándose en la historia, simplemente porque no mueren, el momento de mayor esplendor de Macondo coincide con el momento en el que la familia Buendía es más numerosa, y la debacle inicia cuando los miembros empiezan a fallecer.
García Márquez esconde dentro de su obra algunos guiños a obras literarias de amigos suyos: Cuando José Arcadio Segundo es detenido junto a “Lorenzo Gavilán, un coronel de la revolución mexicana, exiliado en Macondo, que decía haber sido testigo del heroísmo de su compadre Artemio Cruz” personajes de la novela “La muerte de Artemio Cruz” del mexicano Carlos Fuentes y casi al final de la obra, uno de los amigos de Aureliano, Gabriel, se marcha a París y Aureliano lo imagina en un “cuarto oloroso a espuma de coliflores hervidos donde había de morir Rocamadour” en inequívoca referencia a uno de las escenas más estrujantes del libro “Rayuela” del argentino Julio Cortázar.
Una característica propia de la novela es la cantidad de repeticiones del nombre de Jose Arcadio, y Aureliano (hay cinco José Arcadios en la novela y 20 Aurelianos), llega un momento en el que te confundes, porque no se sabe de qué José Arcadio se está hablando, y en cierto sentido, es una sensación que te remite al curioso sentimiento de extravío y confusión que te causan las familias numerosas, en donde el barullo y la mezcla de nombres e ideas es muy común. Esta complejidad te obliga tarde o temprano a recurrir a los variados árboles genealógicos de la obra que están disponibles en la red para no perderte en el entramado de Arcadios y Aurelianos que se desgranan en las 7 generaciones de la familia Buendía.
Pero esas son nimiedades en comparación con los temas fundamentales de la obra:
LA CREACIÓN: Aunque el arranque de la historia de la imaginaria Macondo pudiera fijarse en algún momento de los siglos XVIII o XIX, subsiste la idea de antigüedad, de génesis del mundo, como si José Arcadio y Úrsula fueran otros Adán y Eva; bajo esta óptica, Macondo se convierte en el mundo, y los cien años del relato en un símil de la historia humana entera, en la que los hombres no morían, hasta que empezó la guerra. Convirtiéndose, ahora sí, en un arquetipo que relata la naturaleza humana, con todas sus posibilidades y todas sus limitaciones.
LA SOLEDAD: Es irónico, en una historia con tantos nombres y tantos años en su haber, el hilo conductor es la imposibilidad de los personajes por crear un relación estable. Existe una incapacidad de amar en ellos, ante la cual se impacta cualquier hombre o mujer que pretende iniciar una relación con ellos: inmediatamente es rechazado o, si es aceptado, entra en el aislado círculo, en donde poco a poco se va secando como ser humano, hasta quedar sumergido en la compañía de soledades incompartidas de esa familia. No en vano el título del libro.
LA SUCESIÓN DE CICLOS: La misma Úrsula lo percibe muy pronto en la obra, parecería que la historia de los Buendía, es una sucesión eterna de ciclos que van y vienen: la repetición de nombres, de temperamentos, de acciones y de consecuencias, parecen no tener fin, de igual manera, parecen no dejar huella en los personajes, que continúan cometiendo los mismos errores, ¿quizá igual que los hombres en la historia del mundo?
LA FATALIDAD: La trama de la novela parece avanzar de manera natural, sin presiones del autor y con desenlaces nada forzados, como si la historia por sí misma llevara una carga fatalista que la obliga irreductiblemente al final propuesto, en el momento de tu lectura en la que te das cuenta de eso, sientes como si entraras a un tobogán, en el que, conforme vas leyendo te vas dirigiendo, juntamente con los personajes, al desenlace trágico de la historia.
No pude dejar de sentir una onda relación entre Macondo con otro pueblo de la literatura latinoamericana: Comala, de la novela “Pedro Páramo” del mexicano Juan Rulfo; Macondo y Comala parecen un juego de trasposición de sus mismas letras. El mismo García Márquez confesaba la profunda impresión que la obra de Rulfo imprimió en él, y me gusta pensar que en su Macondo, Gabo quiso retratar la misma decadencia que Rulfo retrata en Comala, incluyendo los espectros que resultan familiares en ambos, con una gran diferencia: la obra del mexicano, sólo retrata el resultado final del pueblo, en García Márquez se nos presenta todo el devenir del pueblo desde su creación hasta su muerte, con todo su proceso autodestructivo. Una diferencia más, el protagonista mexicano, Pedro Páramo, no sale de la memoria de Comala, “Pedro Páramo es un rencor vivo”; mientras que el Coronel Aureliano Buendía, llega a convertirse con el tiempo en una leyenda que no se recuerda y no se cree.
Sin duda, estamos frente a un antes y un después de la literatura, no solo latinoamericana, sino universal, por ello le doy 5 estrellas de 5.
· Lo bueno: la enorme belleza de la historia y la impresionante sensación de desasosiego ante la pérdida de un pueblo con la magia de Macondo y de los Buendía.
· Lo malo: Una obra que requiere madurez lectora para desentrañar sus sentido íntimo y no quedarse únicamente con historias de guerras, incestos y amores perdidos.
· Lo feo: Que nuestro pueblo mexicano no se haya encontrado masivamente con esta joya de la literatura universal, tan cercana a su lengua y cultura.
Algunas perlas de este libro:
· “Agobiada por el peso insoportable de su propia obstinación, Amaranta se encerró en el dormitorio a llorar su soledad hasta la muerte”.
· “Extraviado en la soledad de su propio poder, empezó a perder el rumbo”.
· “El mejor amigo, solía decir entonces, es el que acaba de morir”.
· “No imaginaba que era más fácil empezar una guerra que terminarla”.
· “Hizo entonces un último esfuerzo para buscar en su corazón el sitio donde se le habían podrido los afectos, y no pudo encontrarlo”.
· “El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
· “Aquel hijo por quien ella habría dado la vida era simplemente un hombre incapacitado para el amor”.
· “Un minuto de reconciliación tiene más mérito que toda una vida de amistad”.
· “No entendía que hubiera necesitado tantas palabras para explicar lo que se sentía en la guerra, si con una sola bastaba: miedo”.
· “El tiempo no pasaba, como ella lo acaba de admitir, sino que daba vueltas en redondo”.
· “Aureliano y Fernanda no compartieron la soledad, sino que siguieron viviendo cada uno en la suya”.
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