miércoles, 18 de noviembre de 2015

El Conde de Montecristo

La venganza en su máxima expresión. El amor, la intriga, la traición, la desesperación, la muerte, la suerte, la esperanza, el odio y el perdón, se conjugan de manera magistral en esta obra de Alexandre Dumas. La historia creo que todos la conocemos, pero, al menos yo, la conocía mal, es el defecto de conocer una obra a través de adaptaciones a la televisión, teatro o cine: invariablemente la historia se simplifica a niveles a veces diluyentes, así me paso con esta novela.

                Edmundo Dantés es un joven con un gran futuro: Experiencia en la marina mercante francesa, querido y seguido por sus compañeros de trabajo, estimado por el dueño de la empresa en la que trabaja, a punto de recibir un ascenso como capitán del “Faraón”, el navío en el cual trabaja, enamorado y bien correspondido por una hermosa joven Catalana: Mercedes. Nada parecería indicar que pudiera nublarse el cielo de Edmundo, y sin embargo, así será.

                Motivados por la avaricia y la envidia, un compañero de Edmundo, un enamorado de Mercedes, y un amigo de la familia, se confabulan para crear una acusación falsa contra nuestro héroe, acusación que termina en la aprehensión y encarcelamiento de Edmundo el mismo día de su boda con Mercedes. Combinado con la presencia de un auxiliar de procurador ambicioso que, tratando de ocultar la participación de su padre en una conspiración para hacer regresar a Napoleón Bonaparte al gobierno después de su destierro en la isla de Elba, hunde aún más al joven, llevándolo a la prisión de “If” que sería su morada en los próximos 14 años.

                Envuelto en la lóbrega y húmeda oscuridad de su calabozo, Edmundo lucha por meses contra la locura y la desesperación, a la cual parece sucumbir, al extremo de decidir dejarse morir de hambre. Esta decisión por poco logra su cometido, de no ser porque la providencia hace que Edmundo encuentre a otro preso de If que, intentando cavar una salida al mar, llega sin querer a la celda de Edmundo. Empieza una relación entre el Abate Faria (el otro preso al que hemos hecho alusión) y Edmundo, esta relación terminará en un filial cariño, interrumpido sólo por la muerte del abate Faria, muerte que Edmundo aprovecha para tomar el lugar del cadáver de su maestro y amigo, logrando así escapar de esa prisión, no sin antes, llevar un mapa que según el abate Faria le llevará a un singular tesoro enterrado en la Isla Montecristo.

                Una vez libre, con la riqueza de la educación recibida del abate Faria a través de años de conocerse y con el mapa del tesoro recibido de éste, Edmundo sale en busca de la Isla Montecristo y de sus enormes riquezas ocultas.

                Lo más extraordinario de esta historia, es que hasta aquí ¡hemos llegado sólo a una cuarta parte de la novela! Al llegar a este punto, me di cuenta de lo mal que conocía esta historia. Como todo mundo, yo sabía que Edmundo regresa a París convertido en el Conde de Montecristo y que finalmente se venga de todos los que tuvieron que ver con su encarcelamiento. ¡Pero reducirlo a esto es perder tres cuartas partes de la historia! ¡nada puede ser tan simplista como eso! La maravilla de esta historia es encontrarse a un Edmundo, paciente, que con toda la sangre fría del mundo, teje durante diez años el plan de su venganza, esperando el momento idóneo para volver como el Conde de Montecristo. Pero no sólo es la historia de una venganza, es la historia de un hombre que se considera a sí mismo como instrumento de la Providencia divina, capaz de premiar a quien se comportó con nobleza ante su desgracia y de castigar a quienes la ocasionaron.

                Como todo clásico, es imposible ver la historia desde un solo punto de vista, sería necesario escribir un larguísimo tratado para desentrañar todas sus implicaciones, pero por sí misma la historia te atrapa. Si  “Ana Karenina” con sus más de 800 páginas me llevó dos meses concluirla, la lectura de las 1,200 páginas del Conde de Montecristo me llevó dos semanas, y es que esta lectura me obligó a leer mientras comía, mientras me alistaba para el trabajo, quedándome despierto hasta muy entrada la madrugada; tenía que saber más de esta historia, casi se convierte en una obsesión. Al final, la sensación de despedida de los personajes de esta historia, me transportó a la isla de Montecristo, viendo alejarse el barco del Conde. Esos personajes quedaran siempre grabados, como verdaderos amigos.

                Mi calificación sin duda alguna es cinco de cinco estrellas, la mejor novela que he leído este año… hasta ahora.

                Lo bueno: La descripción de las sensaciones y los sentimientos de los personajes, así como la evolución de los mismos a lo largo de la obra.
                Lo malo:  La sensación de vacío que te queda cuando has terminado de leerla. (Y ahora, ¿qué hago con mi vida?).
                Lo feo: Que por su extensión, muchos se han privado a lo largo del tiempo de leer esta obra monumental y esencial de la literatura.

                Mucho tiene que dar esta novela, aquí unas perlas de muestra:

·         “Nunca se está en paz con los que nos hacen un favor –Dijo Dantés -, porque aunque se pague el dinero, se debe la gratitud”.
·         “La dicha es como esos palacios de las islas encantadas, cuyas puertas guardan formidables dragones; preciso es combatir para conquistar”.
·         “La prisión en compañía es sólo media prisión”.
·         “Hay ideas que brotan del cerebro e ideas que brotan del corazón”.
·         “La civilización nos ha creado necesidades, vicios y falsos apetitos, cuya influencia llega tal vez a ahogar en nosotros los buenos instintos”.
·         “La culpa no era de Dantés, sino de la naturaleza, que haciendo tan limitado el poder del hombre, le ha puesto deseos infinitos”.
·         “¡Un hombre, un cristiano, ha muerto de hambre en medio de otros hombres que como él se creían cristianos!”

·         “Los peligros ignorados son justamente los que infunden mayor temor”.

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