¡Y vaya que fue anunciada! Todo el pueblo sabía que los hermanos Vicario lo buscaban para matarlo, ellos mismos se encargaron de darlo a conocer a todo el que veían.
Desafortunadamente, los únicos que no sabían nada eran los que podrían de alguna manera hacer algo para evitarlo: Su gran amigo, Cristobal Bedoya; su madre, Plácida Linero y él mismo.
Una serie eventos desafortunados, el miedo del pueblo, la apatía de los vecinos, la tardanza y despreocupación de las autoridades y hasta la mala suerte confluyeron para que Santiago Nassar fuera victimado por los hermanos de Ángela Vicario.
El día de su boda, Ángela es repudiada por su propio esposo, debido a que no era virgen; y antes del amanecer de la noche de bodas ya los gemelos Vicario habían lavado con sangre la afrenta de su familia.
Gabriel García Márquez construye esta impactante historia aclarando desde un primer momento qué sucedió, y quiénes serían los asesinos, no hay ningún misterio en eso, de tal manera que el autor se concentra en relatar la manera en que sucedieron los hechos paso por paso.
Todo se gestaría entre las 3:00 y las 6:00 a.m. y a pesar de eso, eran tantas las personas que se habían enterado de los planes de venganza de los hermanos, que parece obra de la fatalidad que Santiago muriera esa mañana.
Lo que más intriga, es la duda que queda en el aire respecto a si Santiago fue o no quien deshonró a Ángela. A juzgar por su actuación, estoy convencido de que "ni la debía, ni la temía"... y sí la pagó, eso me dejó un sentimiento de desazón e indignación al final de la novela.
La mejor escena: cuando después de años de su noche de bodas (y después de cientos de cartas enviadas por ella y nunca leídas por él , aunque sí conservadas) Ángela y Bayardo Sanroman (su esposo) se encuentran ya de viejos, ¿porqué volvería él?, ¿por amor?, ¿para cerrar un capítulo inconcluso?, cada lector puede tener su conclusión y yo tengo la mía, pero nada menoscaba la belleza narrativa del momento:
"Se asustó, porque sabía que él la estaba viendo tan disminuída como ella lo estaba viendo a él, y no creía que tuviera dentro tanto amor como ella para soportarlo".
La fatalidad, la abyección de quienes se cruzan de brazos, el retrato de las costumbres de nuestros pueblos latinoamericanos a principios del siglo XX y la naturaleza del hombre que se revela contra las injusticias experimentado en carne propia por el mismo lector son los temas fundamentales de esta obra.
Algunas perlas de este libro:
"La fatalidad nos hace invisibles".
"'Parecían dos niños', me dijo. Y esa reflexión la asustó, pues siempre había pensado que sólo los niños son capaces de todo".
"Ningún lugar de la vida es más triste que una cama vacía".
"Dadme un prejuicio y moveré el mundo".
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