miércoles, 30 de marzo de 2016

El Popol Vuh

        Los mexicanos somos una estirpe extraña. Un pueblo mestizo que no ha encontrado aún su identidad.
        Observamos con recelo nuestro pasado indígena, y aunque sentimos orgullo por nuestras raíces prehispánicas, tratamos con desdén a nuestros pueblos indígenas, consideramos una ofensa que se nos llame "indios" y lamentamos a veces el color oscuro de nuestra piel y los rasgos rústicos de nuestra cara.
       Por otro lado, despreciamos nuestra ascendencia española, sintiendo un secreto rencor hacia el conquistador que vino a despojar, a matar y a destruir. Y a la vez reconocemos que admiramos y envidiamos aquello que de europeo no podemos tener al cien por ciento.
         En la búsqueda de esta identidad, he querido acercarme a nuestro pasado común y, en un primer momento, acercarme a la literatura indígena. Esta vez por la puerta de un clásico de la cultura maya: "El Popol Vuh".
         Es una obra fundante, y como obra fundante, es necesario acercarse a ella con espíritu reverencial y de fascinación. Para mí fue un sentimiento parecido a acercarse a la Biblia, toda proporción guardada, pero algo muy poderoso tienen en común este tipo de libros: el aire de misterio y revelación, algo que nos conecta con la trascendencia y nos abre una puerta al infinito.
          Esta obra fue descubierta en un periodo posterior a la conquista de América, fue un misionero católico que  encontró una serie de escritos antiguos en una comunidad de Guatemala.
          Me sorprendieron  las primeras páginas de la historia que tratan de la creación de la tierra y el hombre, muy similar a la historia bíblica.
         Esta situación puede atribuirse a dos razones: 

       Uno, a la existencia de una Revelación divina a un pueblo ajeno a la tradición judeo-cristiana. Revelación que los católicos llamamos "semillas del Verbo", trazos de la Revelación otorgadas a un pueblo que no tenía posibilidades de conocer al único Dios, pero al cual Dios se le descubre por singulares caminos, o bien:


           Dos, a una influencia posterior a la escritura original, ocasionada por las creencias del misionero que realizó el hallazgo y que podría haber plasmado la historia bíblica, creando un escrito apócrifo que ayudaría a cristianizar la cultura ancestral de los indígenas.

          No me corresponde a mí dar un juicio al respecto, pero me inclino por la primera posibilidad. Aunque es muy cercana la historia de la creación al texto bíblico, también hay importantes diferencias que hacen difícil creer en la versión de la historia creada por un misionero.

         En fin, el libro trata de varias leyendas antiguas de los mayas con fuerte carga religiosa, y como ya lo dije, una gran autoridad fundante.

       Le doy tres estrellas de cinco. Es un bello libro, pero las historias y la cultura son tan lejanas al mexicano de hoy en día, que no puedes dejar de sentirte un tanto ajeno a los relatos, prueba de que el mexicano no es del todo indígena.

         Lo bueno: El descubrimiento de una sabiduría ancestral necesaria, no para adoptarla como propia (pues un mexicano no es maya, ni mexica tampoco) pero sí para empezar a buscarnos, a entendernos y a reconocernos a nosotros mismos.

         Lo malo: Sin lugar a dudas, es otra cultura diferente a la nuestra la que escribió este libro y se nota que al adentrarte en sus historias, puedes no conectar con ellas, ni sentirte parte de ellas.

          Lo feo: Tener que descubrir y aceptar la verdad del párrafo anterior, pues el mexicano secretamente está orgulloso de su pasado y difícilmente se acepta que no somos del todo pertenecientes a esa cultura.

       Algunas perlas de este libro:

     "El silencio es soledad, abandono y muerte".

     "Cuando caían, no se levantaban más. Perecían en el lodo. En su torpeza no adivinaron ni su origen, ni el lugar en que se hallaban, ni la ruta que seguían".

      "Las lágrimas son buenas para el cuerpo y para el espíritu".

       "La alegría de los vencedores encendió las luces en el viento que soplaba recio, como si alguien, desde lugar invisible, lo animara y lo esparciera".

        "Da vida y fortaleza a nuestros descendientes para que crezcan y se hagan firmes en el bien y sepan propagar nuestra fe y decir tu nombre".

        

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