martes, 28 de octubre de 2014

Ojos castaños

        Una vela barata de baterías iluminaba la mesa vestida con un inmaculado mantel blanco. En el centro, a lado del artefacto de decoración falso, un violetero con un fresco crisantemo y un persistente olor artificial a flores de campo hacía volar su mente hacia la floristería que diariamente perfuma sus productos con el aromatizante en aerosol, a sabiendas que las flores que comercializa no alcanzan a tener la fragancia suficiente para el deteriorado olfato del habitante de la ciudad plena de humo y olor a asfalto caliente y mojado.

        Frente a él, una silla vacía esperaba a nadie, y una carta aguardaba su decisión: ¿Pasta o pizza? Elección sencilla: siempre le había parecido una verdadera pérdida de tiempo y dinero pedir pizza en un restaurante italiano, “si quisiera pizza, iría a una franquicia de comida rápida”, las sirven a una tercera parte del precio, con un sabor al que estaba más acostumbrado y sin tanto “glamour”, después de todo, es una tortilla con queso y salsa.

       Pidió por fin la pasta: un fetuchini  a la crema con alcachofas y albahaca, acompañada de un té frío de manzanilla.

         Mientras esperaba su orden, observó en la mesa de frente a una pareja de jóvenes recién salidos de la adolescencia platicar animadamente con los labios y con los ojos. Estaban en pleno cortejo y aunque tratando de disimularlo por convencionalismos sociales, era obvio para cualquier observador externo que los dos se morían el uno por el otro, a juzgar por sus miradas, la posición de sus cuerpos y el movimiento de sus cabezas y manos. ¡Tan fácil y directo es el lenguaje del amor!

          Poco más allá, una reunión es acaparada por un hombre con un escandaloso acento de merolico de feria: “¿Has probado el Carmenere chileno?, es una delicia, nada que ver con un Merlot sin sustancia ni temperamento; esos chilenos sí que saben hacer vino bueno y barato… aquí en México no salimos del Lambrusco, sólo esa nos sabemos, nos falta mucho conocimiento y cultura gastronómica”… ¿A quién se le ocurría criticar en público un vino italiano en un restaurant italiano?... definitivamente a nuestro amigo; independientemente de que fuera cierto o no, hay que guardar las formas, pensaba él.

         Mientras esperaba la orden, un par de mujeres entró al restaurant seguidas por un hombre que daba todas las trazas de ser de gustos “gays”, los tres se sentaron en una mesa contigua a la de él e iniciaron una conversación un tanto escandalosa, dirigida por el hombre, que demostraba ser de carácter alegre y locuaz.

         “Menos mal que el platillo tiene buena pinta”, pensó cuando le presentaron su orden. En un restaurant con una cena de consumo promedio de cuatrocientos pesos por persona, lo menos que esperas es que al menos el platillo se vea apetitoso.

           Resulta irónica la situación de estar en un buen restaurant, con una cena agradable, un ambiente tranquilo y… sólo; no obstante, era una persona que agradecía la soledad, su temperamento introspectivo facilitaba esta situación y él en realidad se sentía cómodo, aunque nunca acostumbrado ni contento por no tenerla cerca.

            De pronto, el bocado de pasta enredado en el tenedor con la ayuda de la cuchara se desenrolló justo al momento en que introducía la pasta en la boca. Instintivamente cerró los dientes, quedando con una divertida barba de fetuchini en la cara que en un restaurant italiano resulta de lo más humillante.

            Peor fue escuchar las pequeñas risillas de la mesa de a lado, donde se habían sentado la pareja de chicas y el hombre gay. Definitivamente su pequeño accidente no había pasado desapercibido por esa mesa y se sentía profundamente apenado.

             Ni hablar, esas cosas suceden, pensó y prosiguió con su comida, pero percatándose que los ocupantes de esa mesa, en particular una de las mujeres seguía poniendo excesiva atención a su forma de comer, constantemente volteaba hacia él, cosa que lo hacía sentirse de más incómodo, en una noche que se suponía sería agradable y tranquila.

            Con el tiempo, se dio cuenta que por alguna razón, era el centro de interés de la mesa de a lado, y que dos de los ocupantes le hacían pequeñas bromas a la segunda mujer.  Acostumbrado a leer el comportamiento de los demás en incontables reuniones de negociación y conferencias, sabía que tales cuchicheos eran debido a que una de las chicas tenía especial interés en él y sus compañeros de mesa la hostigaban al respecto.

           Una vez terminada su cena y pedida la cuenta, sucede algo que nunca se había imaginado: la chica de la mesa contigua se levanta y se dirige hacia la mesa que él ocupaba. Era delgada, de estatura entre regular y alta, vestía jeans de mezclilla, una blusa blanca y zapatos de tacón medio, pelo pintado de rubio cenizo que enmarcaba bellamente su rostro de tez blanca. Aparentaba de 35 a 38 años, y aunque empezaban a aparecer los signos de la edad, aún era una mujer lo suficientemente atractiva como para hacer voltear a cualquiera que estuviera a su lado.

-“¿Puedo sentarme?”
-“¡Sí claro!” Contestó sorprendido, poniéndose inmediatamente de pie para acercarle la silla, sin saber que esperar de tan inusual  situación para él.
-“¿Por qué estás tan sólo?, te ves triste”
-“Es uno de los inconvenientes de los viajes de trabajo”.
-“¡Ah! ¿no eres de aquí?”
-“No, vengo de Cd. Juárez”.
-“Entonces, ¿estás sólo?”
-“Sí”.

             Se sentía como caperucita roja hablando con el lobo feroz, a fuerza de pasar toda su juventud sin salir a fiestas, bailes, antros o algo que se le pareciera, no tenía ninguna experiencia en abordajes de este tipo, menos aún, si el abordado era él, y por una mujer atractiva. Era evidente: ella estaba tratando de abrir la puerta y en el momento en el que él la abriera, ella entraría. ¡Focos rojos en todo lo alto!

-“¿Y dónde te estás quedando?”
-“En el hotel que está pegado a este mismo restaurant”

            En ese mismo momento, llega el mesero con el voucher listo para ser firmado y su tarjeta, él entrega la documentación firmada, al momento que escucha a la chica:

-“¡Qué bien que nos queda cerca el hotel, así no tardaremos mucho en llegar!”.

            ¡Qué!, ¿cuándo los hombres dejaron el galanteo, para dejar a las mujeres la iniciativa, y ellas sin pudor tomaron el mando de la situación con propuestas tan directas como groseras?

-“¿Cómo te llamas?”
-“Silvia”
-“Y dime, Silvia”,  toma el vaso de te frío y da el último trago, mientras no deja de ver los ojos castaños de la chica, que no le despega la vista ni un momento con una sonrisa de Gioconda. Es increíble lo difícil que resultaba sostener la mirada frente a una mujer como ella. “¿qué hace una hermosa mujer coqueteando con un hombre cuarentón?”
-“No sé, dímelo tú”. Contesta ella, sonriendo y jugando con un rulo de su cabello.
-“Te diré lo que creo: creo que lo que hace es tener su primer fracaso de seducción, ´el primero´, porque siendo tan hermosa, seguramente has tenido todos los hombres que has querido, ´fracaso´, porque no puedo acceder a tu propuesta”
-“Y eso ¿Por qué?”
-“Soy casado”
-“¿Y qué?, no te estoy proponiendo matrimonio, sólo quiero que pasemos una noche divertida, nadie se va a enterar”
-“Me voy a enterar yo y eso basta”
-“¿Tan anticuado?”
-“Tan enamorado”
-“¡Pues qué aburrido!”
-“No tengo la intención de divertir a nadie, pero…” Toma la mano de la mujer y la acerca a sus labios sin tocarla con ellos, viéndola de nuevo a los ojos y diciéndole al tiempo que se pone de pie: “gracias por intentarlo”.

            Él se retira después de excusarse con la otra pareja que no ha dejado de mirarlos desde que Silvia se acercó a la mesa, y camina hacia la puerta, mientras ella lo sigue con la mirada, sabiendo que sin importar los hombres que sigan en su lista de conquistas, no olvidará al caballero que conoció frente a una falsa vela de baterías.

Rafael Sosa de Santiago
Octubre 2014

sábado, 25 de octubre de 2014

Historias de cronopios y famas

          Julio Cortázar definitivamente no es para cualquiera,  inevitablemente te obliga a tomar una postura ante él: o lo odias o lo amas, no puedes tener término medio ante su literatura.

           Una cosa es cierta: para leer a Cortázar necesitas eliminar antes muchos paradigmas de tu cabeza, tal vez por eso es tan bien recibido por los jòvenes: siempre están abiertos a caminos nuevos, diferentes.

           "Historias de cronopios y famas" es una muestra de ello: estamos ante un libro de cuentos y relatos irreverentes y desenfadados, todo lo contrario de lo que esperaríamos de una obra literaria "seria"... y sin embargo, lo es.

El autor nos describe un universo nuevo, dónde lo irrelevante se convierte en vital y lo trascendente es prescindible, nos enseña a no tomarnos tan en serio y disfrutar la vida como viene, "sin el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles".

Para el lector tradicional, este libro será una insensatez y su lectura una pérdida de tiempo; para la persona adecuada, será una ventana a un mundo nuevo, más libre, más natural y más esencial.

Sólo un dato: pocas lecturas recuerdo de mis años de primaria; pero una me quedó grabada a fuego en la mente... hoy vengo a descubrir que ese relato que quedó tan vívido en la memoria de un niño de ocho años (hace treinta y cinco) fue un brevísimo cuento de este libro: "Historia verídica"... lo dicho, el mejor lector de Cortázar siempre será un niño.

Es un libro brevísimo, apenas 100 páginas y sin embargo te puede cambiar la vida: es un lectura que te enseña a jugar con la vida y ver al mundo con ojos nuevos, de niño.

Algunas perlas de este libro:

"Piensa en esto: cuando te regalan un reloj, te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire".

"Mi secretaria lloraba, leyendo el decreto por el cual me dejaban cesante, para consolarme, decidí abstraer sus lágrimas y por un rato me deleité con esas diminutas fuentes cristalinas que nacían en el aire y se aplastaban en los biblioratos, el secante y el boletín especial.
La vida está llena de hermosuras así."

"Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de la calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle, aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta."

"Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos. Primero la va arrancar, pero piensa que es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, le sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume y finalmente,  se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz. La flor piensa: es como una flor".

viernes, 24 de octubre de 2014

La muerte de Artemio Cruz

         Uno de mis autores preferidos es Carlos Fuentes, tiene una pluma ágil, a la que en ocasiones me es difícil seguir el ritmo, al punto de perderme, pero siempre es inteligente y agudo en sus ideas dejándote un mayor conocimiento de ti mismo, del ser humano y de México.

 

            Después de escribir su gran novela: “La región más transparente” en 1958, Carlos Fuentes tenía la misión de superarse a sí mismo con una nueva obra que consolidara su posición literaria en México y en el mundo hispanohablante, al tiempo que diera un nuevo impulso al “Boom latinoamericano”. El mundo volteaba a ver a los escritores latinoamericanos: al argentino Julio Cortázar, el Colombiano Gabriel García Márquez, el Peruano Mario Vargas Llosa y México no podía quedarse atrás: su exponente era Carlos Fuentes.

 

            Y Carlos lo volvía a hacer: publica en un solo año dos novelas enormes: “La muerte de Artemio Cruz” y “Aura”, hoy nos ocuparemos de la primera, Carlos Fuentes, es recurrente en su idea de que la Revolución Mexicana, ha servido para que muchos mexicanos que estaban condenados a la miseria ascendieran en la vida económica y social de México, llegando a las más altas cumbres de la sociedad… y de la corrupción.

         Artemio Cruz es miembro de la familia revolucionaria de México y de la clase política: ha sido diputado, político de toda la vida, posee un periódico que lo convierte en uno de los hombres más poderosos e influyentes del país y… está muriendo. La novela viaja sin rubor por el pasado y el presente, haciéndonos descubrir como un pobre revolucionario, ha llegado a ser coronel Carrancista, latifundista, diputado, periodista y hombre de negocios, como ha tenido que desgarrar su vida en el trayecto y cómo ha renunciado al amor, y quedarse sólo con la memoria del amor, grabada en la imagen de Regina, la mujer a la que ha amado siempre, pero que pierde en la lucha revolucionaria. Casado con Catalina, hija y heredera de un rico terrateniente, ha hecho de su vida de casados sólo una pantalla social, que subsiste hueca y vacía, a pesar de que podrían amarse, sin embargo, no se atreven ni uno, ni la otra a arriesgarse a dar el corazón.

         En la cama dónde agoniza Artemio, desfilan su esposa, su hija Teresa, su nieta Gloria, su secretario particular Padilla, un sinfín de doctores y enfermeras, y los recuerdos de sus muertos y muertas, la gente que ha quedado en el camino, y que ahora que está cerca del fin vienen a su memoria.

           En un país donde el político enriquecido y poderoso es más odiado que admirado o temido, una novela donde se retrata el ocaso y fin de un cacique como Artemio Cruz parecería una especie de justa venganza, que le permitiría al lector regodearse en la fatalidad del protagonista, sin embargo Carlos no permite esa acción, y nos muestra los claro-oscuros de ese hombre (y en definitiva, de todo hombre).

           Cerca del final de la novela y del ocaso de Artemio, Carlos Fuentes nos muestra su vida de niño, nacido inocente, criado por un mulato que providencialmente escapa de la vida servil durante los años en los que cuida del “niño Cruz” y le da amor, una forma honesta de vivir y un pobre techo. Para Carlos, todo hombre, por más poderoso, vil o abyecto que sea, ha nacido puro e inocente, es genial la manera en la que cierra la novela: dejándonos un sentimiento de solidaridad humana con el protagonista, cuya redención, tal vez no provenga de un arrepentimiento final, sino de la larga vida llena de circunstancias que lo hicieron llegar al punto donde, después de todo lo bueno y lo malo, llegaremos tarde o temprano los que hemos nacido de mujer: el momento de “tu silencio… tus ojos abiertos… sin vista… tus dedos helados… sin tacto…”

 
Algunas perlas de este libro:

“Tú te sentirás satisfecho de imponerte a ellos; confiésalo: te impusiste para que te admitieran como su par”.

“No sé qué has hecho. Sólo sé que en tu vida perdiste lo que después me hiciste perder a mí: el sueño, la inocencia. Ya nunca seremos los mismos”.

“Acéptame así, con estas culpas, y mírame como a un hombre que necesita… No me odies. Tenme misericordia, Catalina amada. Porque te quiero; pesa de un lado mis culpas y del otro mi amor y verás que mi amor es más grande…”

 

Cocina mexicana

Además de estar casado con una brillante Gastrónoma y futura Chef (no me cabe duda), desde siempre he sido un apasionado por la comida (¿y quién no?), es por ello que me lancé a conseguir este libro en cuanto tuve noticia de que existía.

Salvador Novo fue un escritor, poeta y cronista, miembro de “Los Contemporáneos”, un grupo de intelectuales y escritores que tuvo gran influencia en las letras de principios del siglo XX. Y escribió felizmente este libro: “Cocina mexicana”. Aunque se concentra grandemente en describir la historia de la gastronomía de la ciudad de México, es natural que toque innumerables temas comunes con la gastronomía mexicana. Desde la época prehispánica, hasta la segunda mitad del siglo XX, Novo repasa insumos, técnicas, recetas, minutas de banquetes, fondas, restaurantes y mesones famosos de nuestra capital.

La mesa de Moctezuma, de Hernán Cortés, el mestizaje de la cocina, el triunfo temporal de la cocina francesa sobre la española, el barroquismo de la comida colonial, el triunfo definitivo de la comida española sobre la francesa, el pulque, la cerveza, el café y los cafés, lugares de convivencia, discusión, acuerdos políticos y creación literaria; las famosas tortas de Armando, los pregones callejeros de la ciudad de México… todo lo recoge, todo lo reseña y todo lo antoja, con una prosa inigualable y una pasión por la ciudad y sus comidas que se descubre en cada párrafo.

No conozco a fondo la ciudad de México, pero Novo me hizo viajar mentalmente a sus fonditas y calles y me invitó a probar el mole de guajolote, las tortillas de maíz negro, con un tarro de pulque curado. Estoy seguro que de haber crecido ahí, sería aún más entrañable este libro, y sin embargo ya de por sí es un documento muy valioso para cualquier mexicano que se precie de serlo.

Podríamos fácilmente descubrir dos libros dentro de esta obra: el primero en la primera mitad, en el cual describe la comida y las costumbres del México Precolombino, Colonia, la reciente nación independiente y el porfiriato. Más documental, consciente de que el autor ha tenido que realizar una investigación documental extensa para obtener el material escrito. Por otra parte, después, en la segunda mitad de la obra, encontraremos ya al autor a su aire, describiendo las cosas tal y como las recuerda y las conoce, ahí encontramos la prosa diáfana y extraordinaria del autor, una verdadera delicia. El mismo Novo lo manifiesta abiertamente: “!Qué alivio, qué respiro, qué comodidad para el cronista de la gastronomía en la ciudad de México, llegar en su reseña a un punto en el que puede atenerse a sus recuerdos y a sus experiencias, sin tener que acudir al testimonio disperso, remiso, casual, de los libros que hasta este punto ha necesitado decantar, reducir hasta la salsa, pasar por el colador chino, espumar o clarificar!”

Un excelente libro de referencia para cualquier entusiasta de la gastronomía o de la vida cotidiana de una ciudad que en gran parte ha desaparecido, pero que aún se empeña en subsistir entre tacos de canasta, carritos de camote, pulquerías y fondas de barriada.

Algunas perlas de este libro:

“¿Qué intuición, qué genio de la raza aconsejó a los nahuas la alquimia que sólo la química moderna ha valorizado: la que por la ósmosis de la cal en el maíz, cuya pulpa se libra en el proceso de los ollejos de indigerible celulosa, rinde un alimento totalmente asimilable y al cual debieron los mexicanos la perfecta calcificación de sus huesos y dientes?”

“Los europeos buscaban como desesperados las especias que sazonaran su comida. Cuando Colón (como adelante ampliaremos) probó un ají y lo halló picante, creyó (¡eureka!) haber dado con una abundante especie de pimienta, y por tal descripción se apresuró a comunicar a sus empresarios tal descubrimiento”

“Llegaron los indios sobrios y desnudos hasta la guerra de Independencia. Durante las batallas, su resistencia física demostró hasta qué punto las obligadas privaciones alimenticias de una campaña (que afectaron hasta el debilitamiento y la derrota a los criollos realistas) no constituían novedad, sino costumbre que auxilió en la victoria final a los indios subsistentes por su ancestral par de tortillas”. O lo que es lo mismo: la independencia la ganó la dieta rigurosa de los indígenas.

“Era un placer grande el comer estas tortas magníficas, pero el gusto comenzaba desde ver a Armando prepararlas con habilidosa velocidad. Partía a lo largo un pan francés (telera, le decimos)… extendía un lecho de fresca lechuga, picada menudamente; enseguida ponía rebanadas de lomo, o de queso de puerco, según lo pidiera el consumidor, o de jamón, o sardinas, o bien de milanesa o de pollo, y sólo con estas dos últimas especies hacía un menudo picadillo con un tranchete filosísimo con el que parecía que se iba a llevar los dedos de la mano… Con ese mismo cuchillo le sacaba tajadas a un aguacate, todas ellas del mismo grueso…”

miércoles, 1 de octubre de 2014

Bajo la misma estrella

Un “bestseller” para adolescentes y jóvenes, incluso ya hicieron la película, de hecho vi la película antes de leer el libro, debo decir que es bastante fiel a la novela de John Green, pero por regla general, las películas siempre salen debiendo si las comparamos con la novela (excepción que confirma la regla: El Padrino).

    Después de leer a algunos clásicos de la literatura universal, leer un libro de moda, termina siendo un descanso; la lectura, claro, es mucho más ágil, considerando además que es un libro para adolescentes, con una prosa ciertamente ligera que hace volar páginas.

     Hazel es una chica de 17 años con cáncer de tiroides que ha hecho metástasis en los pulmones y la encadena a un tanque de oxígeno portátil que lleva y trae a todos lados. De carácter reservado y totalmente resentida contra la vida que le ha tocado llevar, trata de pasar sus días con la menor carga de depresión, aunque sabe que “la depresión es un efecto secundario de estar muriendo”. 

     Su único refugio es la lectura de su libro predilecto: “Un dolor imperial” de Peter Van Houten, el cual narra la historia de una enferma en fase terminal y que termina de manera inesperada a la mitad de una frase, ese libro se ha convertido para Hazel en un manual de sobrevivencia y Peter, su autor, en la referencia para entender la experiencia de vida-muerte que le ha tocado vivir. 

      Presionada por su madre, acude a un grupo de apoyo en el cual conoce a Augustus Waters, un atractivo joven de diecisiete años a quien en el pasado se le diagnosticó ósteosacroma (cáncer de hueso) y por tal razón ha perdido una pierna, sin embargo, el cáncer parece haber desaparecido. Lleno de un carisma y una simpatía sin límites, pronto se gana la confianza y el cariño de Hazel.

      Juntos vivirán experiencias que por un lado, hacen que Hazel se replanteé sus antiguas ideas en contra de la vida y tratar de sorber al máximo la felicidad que se le presenta en el amor de "Gus"... a pesar de que "el mundo no es una máquina de conceder deseos".

     Una enfermedad terminal, un amor, un viaje a Amsterdam, una desilusión, una noticia fatal que le da un inesperado giro a la trama y un deselace previsible, pero no por eso menos bello y aleccionador: hay que saber aprovechar el breve tiempo que tenemos, conscientes de que "hay infinitos más grandes que otros infinitos".

     Lo más relevante de esta obra es que es para adolescentes y jóvenes y los orilla a pensar en la muerte y hacerse preguntas respecto a su trascendencia. Temas que parecerían estar erradicados de los tópicos propios de esa edad.

Algunas perlas de este libro:

"Creo que mis compañeros querían ayudarme a sobrellevar el cáncer, pero al final se dieron cuenta de que no podían, y por una razón: el cáncer no se sobrelleva".

"La única solución era intentar deshacer el mundo, conseguir que volviera a ser oscuro, silencioso y deshabitado, devolverlo al instante anterior al Big Bang, al principio, cuando era el Verbo, y vivir en aquel espacio vacío previo a la creación, sólo con el Verbo".

"Volví a darle las gracias. En un hospital das las gracias muchas veces".

"Lo curioso de las casas es que casi siempre parece que adentro no está pasando nada, aunque encierran la mayor parte de nuestra vida".

"Los sueños que se hacen realidad nunca sacian la voraz ambición humana, porque siempre pensamos que podríamos volver a hacerlo todo mejor".